¿Alguna vez te has sentado a escuchar a alguien hablar… y a los pocos segundos ya estabas mirando el móvil pensando en otra cosa o deseando que terminara? No eres el único. La mayoría de nosotros, en algún momento, hemos desconectado de una charla o presentación ¡y no es porque el tema sea poco interesante, es porque la forma en que se comunica no logró captar mi atención!
Aprender a hablar en público no solo es un arte, también es una habilidad. Y como toda habilidad, puede entrenarse y perfeccionarse. El problema es que muchas personas repiten una y otra vez los mismos errores sin darse cuenta del error, lo que las lleva a vivir experiencias frustrantes o a pensar que “no sirven para esto”.
La buena noticia es que la mayoría de los errores al hablar en público pueden evitarse y corregirse.
En este artículo te presento los errores más comunes, los que pueden sabotear incluso al mejor contenido. Y lo más importante: te explico cómo superarlos, desde mi experiencia real.
¿Por qué es tan difícil? 10 errores comunes al hablar en público
Hablar frente a una audiencia, aunque sea pequeña, activa una serie de mecanismos psicológicos muy potentes: miedo al juicio, inseguridad, nerviosismo, exceso de control o incluso bloqueo. El cuerpo reacciona: la voz tiembla, las manos sudan, la mente se acelera. Es una respuesta natural ante la exposición.
El reto no está solo en calmar los nervios. También está en comunicar con claridad, con presencia y con intención. Porque hablar en público no es simplemente decir palabras: es transmitir un mensaje que llegue, emocione y genere una acción o reflexión.
¿Alguna vez te has sentado a escuchar a alguien hablar… y a los pocos segundos ya estabas mirando el móvil pensando en otra cosa o deseando que terminara? No eres el único. La mayoría de nosotros, en algún momento, hemos desconectado de una charla o presentación ¡y no es porque el tema sea poco interesante,…
El primer paso es dejar de tropezar con las mismas piedras.
Recuerda que “la comunicación no va de lo que dices, va de lo que se entiende”.
¿Me acompañas a conocer los errores más comunes?
Empezar hablando de ti mismo
Un error bastante común y es tan frecuente como peligroso. Muchas personas, al salir al escenario, comienzan su intervención diciendo cosas como:
“Bueno, antes que nada voy a contaros quién soy…” “Me llamo X y llevo 15 años trabajando en Y…” “Vengo a hablaros desde mi experiencia como…”
Y mientras tanto, la audiencia piensa: “¿Y esto qué tiene que ver conmigo?”
En los primeros 15 segundos de una charla, la audiencia no quiere saber quién eres, quiere saber por qué debería escucharte.
Comenzar hablando de uno mismo es como entrar en una tienda y que el vendedor te hable durante cinco minutos de su vida antes de preguntarte qué necesitas.
Además, piensa que al llegar a una charla, cada uno viene con sus propios pensamientos, unas emociones que pueden interferir en la escucha si no eres lo suficientemente hábil para sacarlos de ahí y traerlos al presente de tus palabras.
¿Cómo puedo comenzar mi discurso?
Empieza con algo que atrape:
• Una pregunta provocadora: “¿Sabías que el 75% de las personas temen hablar en público más que a la muerte?”
• Una historia o anécdota breve.
• Un dato impactante.
• Una imagen visual que conecte con la emoción (Un porcentaje muy elevado de la población somos visuales, así que habla en el idioma de la mayoría, al menos para conseguir captar la atención).
(En otro artículo te daré más ideas impactantes para comenzar una puesta en escena).
Una vez hayas captado la atención, entonces sí, puedes presentarte brevemente, siempre vinculando tu experiencia con el tema que vas a tratar.
No preparar ni ensayar lo suficiente (Falta de estructura)
¿Cómo evitarlo?
• Estructura lógica y coherente con ideas en bloques claros: inicio, desarrollo y cierre.
• Ensaya en voz alta y grábate para concentrarte en la pronunciación, tonos, ritmos, marcajes… (al menos tres veces completas)
• Ensaya ante un espejo para tener plena conciencia de tus movimientos y las emociones que sientes en cada momento (por mi experiencia, esta es la fase que más cuesta, porque a las personas que hablar en público no les resulta fácil, el verse obligadas a mirarse ante un espejo les produce estrés, pero…. precisamente es la herramientas más potente para concienciarte de cómo te muestras, poder modificarlo y ser consciente de como te ven).
• Grábate en video y siéntate plácidamente en un sofá para ver la grabación: mírate como si no te conocieras para que puedas ser más imparcial en tu feedback.
• Practica especialmente los primeros y los últimos minutos (son los más importantes). Para evitar divagar, así conseguirás empezar con buen pie, además de ser el momento en el que más se fija la audiencia y apréndete de memoria, si es necesario, el cierre para dejar una presentación “redonda”.
• Anticipa posibles preguntas del público.
• ¡Fluye si! Una vez que has hecho el trabajo.
Leer en lugar de hablar (leyendo en voz alta)
Hablar leyendo produce desconexión. Además de que el mantener un papel o un atril delante, hace de barrera inconsciente con tu audiencia.
Por otro lado, cuando alguien lee palabra por palabra, pierde el contacto visual con la audiencia, el tono emocional y la espontaneidad. El público lo percibe al instante: se siente que “le están leyendo algo”, no que alguien les está hablando y por tanto, puede no ser auténtico. A no ser que seas un experimentado locutor, capaz de leer y transmitir emociones, siempre que puedas evítalo.
Tres elementos para evitarlo
Trabaja con esquemas, ideas clave o tarjetas con puntos principales.
Conoce tu contenido lo suficiente como para hablar de él con flexibilidad, como si lo explicaras a un amigo.
Usa frases cortas y directas. Respira. Mira a tu audiencia. Conecta.
Hablar sin conexión con el público
Una charla no es un monólogo. Es un encuentro. Y para que haya encuentro, tiene que haber conexión. Si no tienes en cuenta quién te escucha, corres el riesgo de ser irrelevante, aunque el contenido sea valioso.
¿Cómo evitarlo?
• Investiga a tu audiencia: ¿Qué sabe?, ¿Qué necesita?, ¿Qué le interesa?
• Adapta tu lenguaje, tus ejemplos, tus referencias.
• Haz preguntas, incluso retóricas.
• Pídeles que se impliquen corporalmente, por ejemplo con preguntas que les obligue a levantar la mano a la mayoría: “¿Quien piensa que…?” Involúcrate y levanta tu también la mano, para que sientan que eres uno más que opina igual..
• Menciona situaciones reales que les resulten familiares.
• Provoca sonrisas. Depende de lo que hables, incluso carcajadas (ayudan a empatizar).
• Escucha incluso mientras hablas: observa sus caras, reacciones, silencios.
Abusar de tecnicismos o jerga
A veces se confunde hablar “profesionalmente” con hablar difícil. Recuerda que el verdadero dominio de un tema se nota cuando eres capaz de explicarlo de forma sencilla. Si tu audiencia no entiende lo que dices, se desconectará.
¿Cómo puedo facilitar la comprensión de mi discurso?
• Evita siglas, tecnicismos o expresiones complejas si no son imprescindibles.
• Si usas términos técnicos, explícalos con ejemplos.
• Usa metáforas o analogías para explicar ideas abstractas.
• Piensa: “¿Cómo le explicaría esto a alguien sin conocimientos previos?”
No cuidar la comunicación no verbal
Una postura cerrada, una mirada esquiva o un tono de voz plano pueden transmitir inseguridad, desinterés o tensión, incluso si tu contenido es brillante. Aunque seas tímido, piensa que la timidez no vende. En un escenario vendes profesionalidad y para conseguirlo debes hacerlo desde una imagen de seguridad y apertura corporal.
¿Cómo puedo mejorar en este punto?
• Mantén una postura abierta y relajada (sin quedarte corto o pasarte de invasivo).
• Piernas en posición neutra (a la altura de las caderas).
• Manos hacia arriba.
• Mira a tu audiencia (no al suelo ni al techo) y si son pocos ¡a los ojos!
• Cuida tu expresión facial: refleja emoción. Sé coherente con tus palabras.
• Utiliza las manos para enfatizar, no para taparte. Que apoyen tus palabras.
• Realiza frases cortas para no transmitir distancia y estrés.
Hablar con un ritmo monótono (Tono y el ritmo)
El ritmo es vida… Si hablas con un tono lineal y sin pausas, generarás monotonía, y con ella, aburrimiento. La atención se pierde. La emoción se apaga.
¿Cómo evitarlo?
• Usa los silencios estratégicamente para enfatizar ideas y así conseguirás conectar con la audiencia, les das tiempo para que piensen sobre lo que estás contando. Si no haces silencios, pasas de una información a otra sin que la audiencia perciba la importancia de cada una de ellas.
• Cambia el ritmo según lo que estás diciendo.
• Ritmo ágil, denota alegría.
• Ritmo lento, denota tristeza, introspección.
• Haz pausas naturales: deja que las ideas “respiren”.
• Practica con lecturas en voz alta para entrenar tu variabilidad vocal.
Empezar sin un objetivo claro
Muchas personas hablan sin tener claro qué quieren provocar. Eso hace que el mensaje sea confuso o dé vueltas sin dirección. Si tú no tienes claro tu objetivo, tu audiencia tampoco lo tendrá.
¿Cómo evitarlo?
Antes de preparar tu intervención, responde a estas preguntas:
• ¿Quién estará escuchando y viéndome?
• ¿Cuál es el mensaje principal que quiero que recuerden?
• ¿Qué quiero que piensen, sientan o hagan después de escucharme?
• ¿Qué transformación quiero provocar?
Ese objetivo debe guiar toda tu charla, desde el principio hasta el cierre.
No saber gestionar los nervios
Los nervios no son el enemigo. El problema es no saber qué hacer con ellos. Cuando los nervios nos dominan, la voz tiembla, el cuerpo se bloquea, la mente se queda en blanco y empezamos a cometer errores. Es una experiencia desagradable… pero evitable.
Una serie de ejercicios para evitarlo
• Aprende a respirar antes y durante la intervención.
• Practica técnicas de visualización positiva.
• Presta atención a las afirmaciones bloqueares que te dices y prepara afirmaciones que las neutralicen ( por ejemplo, si identifico que en momentos de nerviosismo mi frase interna suele ser “nadie me va a tomar en serio” prepara una frase “antídoto” como por ejemplo “hoy estoy demostrando lo profesional que soy” ¡tantas veces identifiques tu frase paralizante, tantas veces utilizas tu frase antídoto. No es mas que darte la información inconsciente que necesitas para llegar a meta, en lugar de seguir poniéndote palos en la rueda.
• Asume los nervios como aliados: son energía (la mayoría de los ponentes pasa nervios durante los dos primeros minutos, después comienzan a relajarse). Si esto lo tienes en cuenta, aceptarás los nervios como aliados energizantes en lugar de fantasmas preparados para hacerme alguna jugarreta.
No tener un cierre potente
Una intervención sin un buen cierre es como una película que termina de golpe. El público necesita desarrollo y conclusión, una imagen final, algo que resuma y deje huella.
¿Cómo evitarlo?
• Cierra con una frase inspiradora, una imagen emocional o una llamada a la acción.
• Retoma la idea principal o conecta con cómo empezaste.
• No termines diciendo “Bueno, eso era todo…”. Termina con intención, con voz firme, mirando a tu audiencia.
• Ralentiza la frase final, si es necesario, para dejar “poso”.
Cómo mejorar al hablar en público
Aquí tienes una guía rápida de buenas prácticas para avanzar en tu camino como comunicador/a:
• Prepara tu contenido, tu cuerpo y tu mente.
• Conoce a tu audiencia y habla para ella, no para ti.
• Cuida tu lenguaje corporal, incluso más que tus palabras.
• Ensaya. Grábate. Sé imparcial.
• Usa la emoción, la pausa, la voz y la mirada como aliados.
• Recuerda: menos es más. Claridad y conexión valen más que exceso de datos.
Y sobre todo, sé auténtico. El público conecta con personas, no con máscaras.
¡Hora de hablar en público!
Hablar en público no se trata de ser perfecto, sino de estar presente, coherente y humano. Los errores que hemos visto en esta guía no son fracasos, son oportunidades para crecer, para conocerte y para aprender a compartir tu mensaje con más claridad y seguridad.
¿Te has sentido identificado con alguno de estos errores? ¿Te gustaría evitarlos y mejorar tu manera de comunicarte, ya sea en charlas, reuniones o formaciones?
Estás en el camino correcto. Hablar en público no es un talento reservado a unos pocos: es una habilidad que se entrena. Y si quieres recorrer ese camino acompañada, estoy aquí para ayudarte a dar el primer paso para mejorar.
Porque tu voz importa y tu mensaje también.